¿Quién soy cuando no estoy intentando gustarle a alguien?
Reflexionando sobre la búsqueda de validación externa.
Hace poco retomé un libro al que recurro (mínimo) una o dos veces al año. Al leerlo tanto ya está marcado y me gusta reencontrarme con lo subrayado. Ahí fue que me topé con ésta pregunta.
En su contexto, ella está —no quiero utilizar ni enamorada ni obsesionada—pero esta en esa con un chico que apenas conoce. Mejor dicho que cree conocer: un músico famoso que detrás de ese disfraz de rockstar rebelde esconde a un nene tierno que sólo busca afecto y validación. Como todos.
Nunca llegan a nada, se ven cada tanto pero hablan demasiado. Ni se besan. Mantienen una conexión emocional tan fuerte que traspasa las páginas —y por la forma en que lo relata, también su vida—. No es muy común conectar con alguien al nivel que se convierta en una pseudo droguita de la que después no te alcance la guita para comprar más.
Mientras escribo esto pienso que en la era digital es muy fácil confundir validación -conexión genuina: todo se baraja de manera rápida e intensa. Quizás la velocidad que da internet no es la que en verdad necesitan los vínculos para establecerse.
Retomando: él no es claro y ella lo ve pero no quiere creerlo. Entonces se inventa miles de escenarios alternativos donde un chico poco comunicativo está sobrecargado de actividades que le impiden avanzar con la relación. Aunque el panorama no es bueno, vislumbra un horizonte esperanzador: un día, él podrá comunicarse plenamente y tendrá menos actividades de las habituales. Eso dará como resultado la unión de estas almas que andaban sin buscarse pero andaban para encontrarse.
Claro que no. Claro que no pasa. Y no es un spoiler —bueno, quizás un poco— pero en la vida real no sucede. El que no comunica ahora, no lo hará nunca y el que no tiene tiempo, no se lo hará después.
En el transcurso de la novela se percibe que a la protagonista le gusta esta dinámica de poder. Tiene la suficiente capacidad para notar que detrás de ese compositor exitoso hay una persona sensible sin tantas herramientas. Herramientas que ella tampoco posee, por algo atraviesa esta encrucijada. Pero sentir que puede “dominarlo” y ejercer cierto control frente a la situación hace que desee avanzar más. Es evidente que no nota que esta luchando sola en arenas movedizas.
El tema es que en medio de ese vericueto la arrolla la ansiedad. Se siente abrumada porque el teléfono no suena ni llegan mails. La desaparición repentina y la intermitencia del muchacho en cuestión la pone en estado de alerta constante. Es como si se olvidara disfrutar la calma y tranquilidad de no tener responsabilidad alguna con un otro. El problema es que está dispuesta a tener esa responsabilidad pero la ausencia de la otra parte hace que el cóctel de angustia y ansiedad la fulmine.
Por tal motivo se inventa planes para distraerse aunque lo único que logra es pensar más y más. Hasta que un día, sin aviso, él vuelve. O sea, la droguita de la que no vas a tener guita para pagar te recuerda cuan rica era. Y ella, débil, debilísima, accede. Sacará un préstamo en el banco, le robará la cartera a una jubilada o venderá la heladera pero quiere eso ya. Es decir: retoma el vínculo como si aquí no hubiera pasado nada. Olvida el estrés anterior porque un mero hola bastará para sanarla.
En esa disyuntiva se replantea todo lo que hace a diario para intentar llamar su atención: la famosa búsqueda de validación ataca de nuevo y… ¿Quién no está dispuesto a entregarse entero por un poco de eso?
Acá no hay lugar para los que se hacen los superados y dicen no busco eso, no me interesa porque mentís. Mentile a otros pero a nosotros no, que quieras hacerte el distraído es otra cosa. Todos sabemos que subís una selfie beboteando aguardando una reacción.
De allí viene la pregunta: ¿Quién soy cuando no estoy intentando gustarle a alguien? Traducido sería: ¿Quién soy cuando no estoy buscando validación externa?
Bueno, qué decir. La búsqueda de validación es una constante porque en el reconocimiento externo reafirmamos nuestra propia existencia. Una posible solución será cambiar el sentido: que esa retroalimentación se produzca con una persona con la que —más o menos— haya reciprocidad. Es más ameno jugar al ping pong de a dos antes que vos solo pegándole a la pelota contra la pared. Lo que quiero decir es: no es necesario sostener todo, todo el tiempo. No es necesario que des todo, a cambio de algo mínimo o nulo. La persona con disponibilidad emocional se hará notar sin que sea necesario jugar al TEG del corazón.
No sé si tengo la respuesta a la pregunta inicial pero estoy segura que es más atractivo ser genuino y espontáneo, que buscar atención con desespero. Al final de cuentas esto último termina siendo un círculo vicioso sostenido por la ansiedad. Y si lo llevamos a la era digital, el círculo se transforma en un agujero negro de ahogo y sensación de soledad eterna.
Por último —y en relación a la novela— habrá que preguntarle en profundidad a la protagonista por qué se interesa en alguien que la pone en estado de alerta, antes que en alguien que podría ofrecerle tranquilidad.
Y si algún día lo descubre que nos lo haga saber: vamos a necesitar esa data.
¡Me encantó toodooooo! Te expresas con tanta verdad que es imposible no sentirse identificado en algún momento de la vida.
Si bien es cierto, la validación externa es esa "droguita" que nos vuelve adictos. Pero afortunadamente hay rehabilitación para el que quiere.
Creo que por desgracia, todo hemos estado (o estamos 🙈) alguna vez ahí, en la posición de ella. Es suuuuperdificil salir